¿Te diste cuenta de que cada vez más marcas de belleza están diseñando sus productos para que los lleves puestos?
No estamos hablamos de packaging bonito, sino de cosméticos que se cuelgan del cuello, se encajan en la funda del iPhone, se usan como pulsera o se convierten en llaveros.
Y no es casualidad.
Qué está pasando (y por qué te debería importar)
Los “productos usables” están redefiniendo cómo se construye visibilidad de marca. Ya no basta con que tu gloss sea bueno, tiene que verse. Literalmente.
Si no está en la selfie, en la calle o en la story, no cuenta.
Por eso las marcas están convirtiendo objetos cosméticos en accesorios:
Rhode diseñó una funda de celular con compartimento para su gloss.
Braye convirtió su labial en un colgante tipo dog-tag.
Maybelline lanzó mini glosses con llaveros que se agotaron en Target.
Diptyque transformó su perfume en pulseras de hilo perfumadas.
El resultado son miles de usuarias compartiendo estos productos en TikTok, vistiéndolos en la calle y convirtiéndose en publicidad andante sin que se sienta como publicidad.
En todos estos casos, el producto amplifica su funcionalidad y como resultado se refuerza el deseo de tenerlo.
¿Moda pasajera o ventaja competitiva?
Este fenómeno no se debe a una moda del momento, sino a una combinación estratégica de factores. Un packaging funcional que se ve bien en cámara, diseños que solucionan problemas cotidianos como no perder el gloss, productos pensados desde el inicio para viralizarse en TikTok, estrategias de escasez que generan urgencia, y una fusión cada vez más fuerte entre moda, belleza y cultura pop.
Es más que hype, es una fórmula donde visibilidad, comunidad, funcionalidad, producto y estilo de vida se integran en una sola propuesta de marca.
¿Qué marcas lo están haciendo mejor?
Una de las claves de esta tendencia es que la mayoría de estos productos cuestan menos de $40. Eso los hace irresistibles para un público joven. Son coleccionables, fáciles de regalar y perfectos para compartir en redes. Rhode lo entendió antes que muchas. Su funda porta-gloss no solo se viralizó, prácticamente definió el nuevo rol del producto como accesorio.
Más recientemente, lanzaron una cadena de cintura para sostener su lipbalm que dividió opiniones, pero generó conversación en todos los rincones de internet. Y eso, en el juego actual, es una victoria.
Kaja transformó su tinte en un llavero cute que puedes colgar de la cartera. Diptyque creó pulseras que parecen joyas de diseñador, pero están perfumadas.
Y Stanley convirtió un termo en símbolo de estilo de vida y ventas masivas, que otras marcas aprovecharon ese impulso para lanzar productos que se integran al termo. Como e.l.f. que sacó una línea de cosméticos que se encajan en el mango del Stanley.
Lo que esto nos está enseñando
Un gran empaque puede convertirse en un canal de distribución en sí mismo. Si tu producto puede integrarse al outfit, a la rutina o al lenguaje visual de tu audiencia, estás creando pertenencia. Y eso vale más que cualquier campaña pagada.
Puede que se esté yendo un poco de las manos. Pero ahí está el punto, cuando algo se convierte en signo cultural, el marketing tiene dos opciones, ignorar la ola o surfearla con inteligencia.